La formación humana y cristiana, recibida de sus padres, favoreció al joven Clemente, marcando una huella indeleble en toda su vida. Hombre de profunda experiencia de Dios, pronto manifestó un amor particular y hondo hacia la Eucaristía, hacia Jesús presente en el Sagrario. No guardó celosamente para sí tal amor sino que quiso compartirlo con unas jóvenes atraídas por su ejemplo de fidelidad a la Iglesia y a la Eucaristía.
Así nacimos nosotras, Hijas de S. José.
El Padre Clemente era uno de tantos sacerdotes que recorría las parroquias de los pueblos vecinos de Rivalba, predicando y catequizando. Se dio cuenta que no había una adecuada atención hacia la Eucaristía y hacia todo aquello que pertenecía al “Misterio del Amor”. Veía surgir Institutos que se dedicaban a la atención de los jóvenes, de los enfermos, de los pobres, pero ninguno se ocupaba directamente del servicio a Jesús, presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Después de un largo período dedicado a la oración y al discernimiento, decidió ir a los pies de la Virgen de Lourdes. Recurrió a los consejos de algunos sacerdotes amigos, y en 1875 con
cuatro jóvenes comienza la Congregación. Más tarde otras jóvenes se unirían a ellas, como Rosalía Sismonda que tuvo un rol muy importante en la fundación. Ofrecerá a la naciente comunidad: gran capacidad de escucha a la palabra de Dios, docilidad a las enseñanzas del Fundador, atención a las necesidades de la comunidad y de cada hermana, orientándolas al encuentro con Jesús, a los pies del Sagrario.